¿Por Qué Orar?
Creo que todos están de acuerdo que no hay nada tan esencial en toda la empresa mundial de misiones como es la oración – es el mismísimo lenguaje del Reino de Dios. No hay ningún lugar donde la necesidad se hace tan notoria como en el campo misionero, en las trincheras donde la guerra espiritual no queda en sólo un argumento teológico, sino una cruda y espantosa realidad.
Dios no puede hacer nada a favor de nosotros y de Su Iglesia si no viene como respuesta a la oración. Dios se ha autolimitado en cuanto a Su intervención en los asuntos del hombre para actuar sólo por la petición del hombre para no violar su libre albedrío. La oración desata las manos de Dios para actuar a nuestra favor. Le da el “poder de abogado” legal para confrontar las huestes de maldad y vencerlas para nuestro bien, cuando cedemos nuestra voluntad pedimos que Él intervenga.
La oración no se trata sólo de una práctica religiosa de ascetismo. No es un ejercicio de poderes de reflexión que nos da poder y/o relaja el cuerpo humano. La oración no es una herramienta que podemos aplicar una fórmula lógica y esperar una respuesta con precisión matemática. No se trata de la pronunciación de palabras mágicas (positivas), aún cuando se trata de porciones de la Sagrada Escritura, usadas para manipularle a Dios y obligarle, en efecto sujetándole al Dios omnipotente a nuestra voluntad según nuestro conocimiento humano.
La oración puede elevar al alma para estar en comunión con el Dios Altísimo. La oración es la clave para la vida cristiana victoriosa. La oración es el medio por lo cual intervenimos a favor de almas eternas y los siervos de Dios que entregan sus vidas por esta causa. La oración es la admisión de nuestra flaqueza e insuficiencia humana, mas a la vez una expresión poderosa de nuestra total y completa dependencia de Dios. Es por medio de la oración que establecemos esa relación con Dios por los méritos de la sangre de Jesucristo, que desde el momento que disponemos nuestro corazón a entender y humillarnos en Su presencia, Él nos oye y nos responde (Dan. 10:12).
En numerosas ocasiones en el campo misionero, en plena guerra espiritual, en momentos críticos de vida o muerte, amanezados por enfermedad o peligro, donde ninguna cantidad de dinero traería la respuesta – sólo cuando el pueblo de Dios se disponía a orar e interceded a nuestra favor, ganamos la victoria. Cuando una aspirina perferó el interior de mi estómago y causó una hemoragia masiva hasta que perdiera la mitad de mi sangre, fue la oración intercesora que tocó al trono de Dios por mí y Dios me sanó. Una vez más Dios respondió a la oración y creó la cabeza del femur (hueso que entra en la cadera) que le faltaba a nuestra hija Ruthie cuando nació porque no se había formado. Fue la oración que cambió el veneno mortal que había consumido nuestro hijo Jonathan con sólo 22 meses. Dios neutralizó el efecto mortal para que ningún daño afectara a nuestro hijo. Fue la oración que sanó por completo a nuestro hijo Paul de los efectos incapacitadores del artritis infantil. Una y otra vez nuestro Dios Altísimo nos ha sanado y nos ha guardado por ya unos 40 años en el campo misionero.
Las veces que gente ha fallecido y la hemos visto morir, en las autopistas, en la acera, por anastesia en operaciones sin sentido, la destrucción total de edificios donde hemos estado – destruidos por bombas terroristas – en medio de revoluciones y levantamientos, mas en todo el Señor nos ha protegido yguardado . Todo debido a las oraciones del pueblo de Dios a nuestro favor. Las personas se han salvado, sanados milagrosamente, los cojos andando, demonios echados fuera y las almas liberadas. La ORACIÓN siempre ha marcado la diferencia.
Les pedimos que se acerquen al trono majestuoso de Dios a nuestro favor, a favor de las almas perdidas, de los enfermos y afligidos por los cuales pedimos oración. Nos acordamos que es únicamente por la sangre de Cristo que somos justificados y redimidos y entramos en relación con Jesús como hijos de Dios para que podamos llamarle “¡Abba, Padre!” Es por medio de esa relación íntima que ahora tenemos con el Padre por los méritos de la sangre expiatoria de Jesucristo que tenemos el privilegio de orar y cambiar los destinos eternos de los perdidos y así extender el Reino de Dios en la tierra.
Gálatas 4:4-7 “Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo [la] ley, a fin de que redimiera a los que estaban bajo [la] ley, para que recibiéramos la adopción de hijos. Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! ¡Padre! Por tanto, ya no eres siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios.”
Mateo 18:19-20 “19 Además os digo, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan [aquí] en la tierra, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”
Juan 14:12-14 “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.”
1 Juan 5:12-15 “El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna. Y esta es la confianza que tenemos delante de El, que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, El nos oye. Y si sabemos que El nos oye [en] cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho.”
Salmo 2:8 “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra.”
E.M. Bounds, un autor muy respetado y autoridad en cuanto a la oración escribió: La oración tiene mucho que ver con misiones. La oración es la sierva de misiones. El éxito de toda empresa misionera depende de la oración. La vida y el espíritu de misiones son la vida y el espíritu de la oración. Ambas la oración y las misiones nacieron en la mente de divina. La oración y las misiones son compañeras íntimas. La oración crea y hace posible que las misiones sean exitosas, siempre y cuando que el misionero dependa de forma vital en la oración. En el Salmo 72:15, hablando del Mesías, se afirma que “Y se orará por él continuamente”. Se ofrecería oraciones por Su venida para salvar al hombre, y oración por el éxito del plan de salvación que vendría para establecer.
La clave de todo éxito misionero es la oración. La clave está en las manos de las iglesias enviadoras. Los trofeos (espirituales) ganados por nuestro Señor en los campos paganos serán ganados por oraciones misioneras, no por obreros profesionales en el extranjero. Más especialmente, este éxito será ganado por los santos en oración en las iglesias enviadoras. “La Iglesia enviadora de rodillas ayunando y orando, es la gran base de provisiones espirituales, el sistema nervioso central de la guerra, la promesa de victoria en este conflicto espantoso final. Los recursos financieros no son los tendones (las armas más esenciales) en esta lucha. La maquinaria de por sí misma no tiene el poder para derribar las murallas paganas, abrir las puertas eficaces, y ganar los corazones paganos para Cristo. Sólo la oracion puede efectuar esta obra. – E.M.Bounds en “The Complete Works of E.M. Bounds on Prayer”, pp.142-143.
“Dios ha instituido la oración para conferir a sus criaturas la dignidad de ser causas.” Blaise Pascal
“Apretando las manos en oración es el comienzo de un levantamiento en contra del desorden de este mundo.” – Karl Barth
“La oración intercesora es el baño purificador en lo cual el individuo y la fraternidad tiene que entrar a diario.” – Dietrich Bonhoeffer
“Aunque no nos guste, pidiendo es la norma del Reino.” – C.H. Spurgeon
“La Oración – secreta, ferviente, y la que cree – está a la raíz de toda santidad personal.” – William Carey
“La oración completa y verdadera no es nada más que el amor.” – San. Augustine
“El Espíritu me enseña a ceder mi voluntad entera a la voluntad del Padre. Él abre mi oído para esperar en gran ternura de alma y espíritu receptivo por lo que el Padre tiene para hablarme y enseñarme a diario. Él me descubre cómo la unión con la voluntad de Dios es unión con Dios mismo; cómo el rendimiento total a la voluntad de Dios es la reclamación de Dios, el ejemplo del Hijo, y la verdadera bendición del alma.” – Andrew Murray